Héctor Béjar
En respuesta a los atentados contra las torres de Nueva York
en setiembre 2000, George Bush desencadenó la guerra contra el estado islámico
de Afganistán en 2001, acusando a los talibanes de ser autores de los
atentados, algo que nunca se probó. Poco después acusó Saddam Hussein de Irak
de poseer armas de destrucción masiva e invadió ese país en 2003. Las armas
nunca fueron encontradas. En 2011 la OTAN bajo la manipulación de Estados
Unidos decidió terminar con su antiguo aliado Muamar el Gadafi y desencadenó la
intervención en Libia.
Entre 2010 y 2013 Estados Unidos promovió la “primavera
árabe” para imponer en esos países la democracia occidental. Resultado: una
sangrienta dictadura en Egipto, un gobierno fundamentalista en Túnez.
Estas acciones criminales del imperialismo contemporáneo han
causado millones de muertos y varios países destruidos. El objetivo de las
potencias occidentales fue logrado: quedarse con el petróleo de Irak y Libia. Empezaron
a cercar a Rusia y China.
Siria es el último país bajo un gobierno laico en el Medio
Oriente. Todos los demás tienen regímenes musulmanes sunitas gobernados por
corruptos reyes y príncipes pagados por las petroleras; o chiítas en Irán y
Yemen del Sur. Sunnís y chiís son las dos ramas principales del Islam, que se
odian tanto como los católicos y protestantes en el siglo XVI.
El partido gobernante de Siria es el Baath, el partido del
renacimiento árabe socialista formado en la época de Gamal Abdel Nasser, el
líder egipcio que nacionalizó el Canal de Suez a pesar de la oposición de
Inglaterra y Francia y fundó la República Árabe Unida con Egipto y Siria. El Baath
gobierna en Siria y lucha desde la clandestinidad contra la ocupación
extranjera en Irak.
El gobernante Bachar al Assad es el único aliado que le queda
a Rusia en el área. Siria es un país petrolero y tiene una posición geográfica
estratégica: es un país puente entre Oriente y el Occidente europeo. Muy
importante para Rusia ahora que la obsesión de norteamericanos y europeos es
tenderle un cerco.
Los servicios secretos alemanes y el Mossad,
asesinaron al ex primer ministro libanés Rafik Hariri. Con una población
de muchas religiones, el pequeño Líbano es, a la vez, un mecanismo de relojería
y una bomba de tiempo. La idea era precipitar una reacción popular
antisiria y ocupar militarmente Líbano para expulsar a los sirios puestos allí
por las Naciones Unidas en el marco de los acuerdos de Taif. Pero los sirios se
retiraron y fracasó el plan. Se buscó entonces otro pretexto.
El embajador estadounidense Jeffrey Feltman organizó
la Comisión Investigadora de la ONU que acusó con testigos falsos como
después se descubrió, a los presidentes de Líbano y Siria, Emile Lahoud y
Bachar al-Assad, de haber ordenado el asesinato de Rafic Hariri.
Ese fue el pretexto para la guerra desencadenada por los “amigos
de Siria”. Seguros de la derrota de la República Árabe Siria, los aliados
empezaron a repartirse el gas de ese país.
La OTAN y los Estados Unidos financiaron una guerra “rebelde”
en Siria y después una abierta intervención. Esta vez se encontraron con un
hueso duro. Assad resistió y buscó el apoyo ruso, chino e iraní. La guerra va
durando cinco años.
La guerra ha ido escalando hasta
convertirse en un "todos
contra todos".
Según
la BBC más de 200.000
personas han muerto y
hay 4 millones de desplazados que empezaron a invadir desesperadamente
Europa. Pero los causantes de la guerra les niegan el ingreso.
Las
tropas de Bashar al Assad luchan contra unos mil
grupos rebeldes que
cuentan con 100.000 combatientes más todo el dinero y las armas del Occidente
capitalista. Están liderados por el denominado “Ejército Libre”. Al Qaeda, la
organización terrorista fundada por Usama Bin Laden, forma parte de la
“oposición democrática” contra Assad.
Desde
comienzos de 2014, entró el autodenominado Estado Islámico, formado por
combatientes musulmanes que han escapado al control de los Estados Unidos y
jóvenes reclutados en Inglaterra, Francia, Bélgica y España.
Ya están implicados
en el conflicto Estados Unidos, Francia, Irán, Turquía, varios países del Golfo Pérsico y los kurdos de Irak y
Turquía que luchan por formar un estado aparte. También Bahréin,
Jordania, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, en línea muy similar a la saudita. Multimillonarios
de Arabia Saudita envían donaciones al grupo yihadista; 2.500 hombres sauditas
se han incorporado a las filas del Estado Islámico. El armamentismo francés
hace grandes negocios vendiendo armas a los saudíes.
Se ha denunciado que el actual primer ministro de Bulgaria, miembro
de la OTAN y de la Unión Europea, abastece con drogas y armas a los
terroristas de al-Qaeda y del Emirato Islámico, en Libia y en Siria.
La droga es la fenetilina, utilizada como sustancia dopante en Alemania.
Los traficantes búlgaros comenzaron a producir la fenetilina y a exportarla hacia
Alemania bajo la denominación de Captagón. La mezclan con hashís para facilitar
la realización de crímenes horrendos contra población inocente.
Bulgaria –país gobernado por narcotraficantes sigue
enviando drogas y armas a al-Qaeda y el Emirato Islámico.
Súbitamente
y avisando al agregado militar de Estados Unidos en Turquía solo con sesenta minutos
de anticipación, Rusia comenzó una campaña de bombardeos contra las posiciones
del Estado Islámico. La entrada de Rusia ha cambiado la suerte de la guerra.
Ahora,
la Casa Blanca está de acuerdo en dejar a Bachar al-Assad
en el poder en Siria aunque sea temporalmente.
La posición
de Estados Unidos está prácticamente acordada con Moscú. Washington y
Moscú se están dividiendo la lucha contra el Emirato Islámico.
El
grado de acuerdo político entre Estados Unidos y Rusia es mucho mayor que lo
que se refleja en la retórica oficial porque Obama no puede permitirse
renunciar completamente a la retórica contra Assad. Estados Unidos dejará tranquilo a Assad por un
tiempo.
Pero las
contradicciones no se han liquidado ni se liquidarán jamás. Solo se ha cerrado
un trato.
Los rusos
esperan que la máquina de escalada continua del conflicto, puesta en marcha por
los estadounidenses también en Ucrania como parte de su cerco contra Rusia,
pueda ser parcialmente detenida.
El gobierno de Angela Merkel está comprobando ahora la
eficacia de los bombardeos rusos, las vacilaciones de Estados Unidos
y la actual modificación del equilibrio estratégico internacional. Y está
tratando de retirarse de este combate perdido y de pactar la paz
con Siria. Este cambio de actitud correspondería al tan esperado –y
tan temido en Washington– acercamiento entre Berlín y Moscú.
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