Arabismo y antisemitismo
Héctor Béjar
El
Estudio de la Historia, la monumental
obra de Arnold Toynbee, escrita a mediados del siglo pasado, esclarece y
corrige los mitos occidentales sobre los árabes y el pasado sirio.
Toynbee
sostiene que la península arábiga ha sido la cuna de la familia semita: de ella
proceden los asirios, babilonios, fenicios y hebreos.
En
la Edad Media la familia semita creó un pueblo y una religión, el Islam, un
imperio más grande que el romano.
La
Europa clásica conoció el sur de Arabia. Herodoto la menciona. Era la tierra
del incienso y de las especias, lazo de unión con la India y Somalia; y con el
Yemen, el reino mejor conocido de la época.
No
solo son semitas los judíos. También lo son los árabes.
Lo
semita es una realidad étnica. Son anteriores a la aparición del Islam. Lo
árabe es una opción cultural. Lo islámico es una opción religiosa.
La
Liga Árabe estableció en 1946 que es árabe “una persona que habla árabe, vive
en un país de lengua árabe, que simpatiza con las aspiraciones de los pueblos
de lengua árabe”.
Hay
semitas que no son árabes, hay árabes que no son semitas. Hay musulmanes que no
son árabes ni semitas.
A
partir de la mitad del cuarto milenio antes de nuestra era, los babilonios, los
asirios y más tarde los caldeos, ocuparon el valle del Tigris y el Eufrates.
Hacia
el 3500 AC (antes de Cristo) una emigración semita se estacionó en las tierras
de los primitivos hamitas de Egipto. De la amalgama de hamitas y semitas
nacieron los egipcios de la Historia.
Después
del 2500 antes de Cristo, ocuparon Siria los amoritas y los cananeos,
incluyendo a los fenicios.
Hacia
1500 AC los arameos se asentaron en Siria y los hebreos en Palestina.
Otra
emigración hacia el noreste llegó al Tigris y el Eufrates, valles habitados por
los civilizados sumerios que no eran semitas. Los semitas aprendieron de ellos
el arte de la escritura y la irrigación. La mezcla de semitas y sumerios dio
lugar a los babilonios inventores del arco y la bóveda, el carro de ruedas y el
sistema de pesas y medidas.
Hacia
la mitad del tercer milenio AC, otra emigración semita llevó a los amoritas a
la Media Luna Fértil. Eran los cananeos, habitantes de tierras bajas que
ocuparon Siria Occidental y Palestina
desde 2500 AC y el pueblo llamado por los griegos fenicio, el primero que
difundió el alfabeto de 22 signos.
Entre
1500 y 1200 AC, los hebreos se trasladaron al sur de Siria y Palestina y los
arameos hacia el norte. Son los antepasados de los actuales sirios.
Los
hebreos entraron a Palestina como nómadas. Mil años antes que ellos ya estaban
allí los cananeos, los fenicios y los filisteos.
Entre
los hebreos, los judíos (la tribu de Judá) inventaron la idea de un solo Dios,
el mito de ser el Pueblo Elegido y la justificación de la Tierra Prometida para
establecerse en un lugar que no era el suyo, como ha sucedido con muchos otros
inmigrantes.
500
años AC los nabateos fundaron su capital Petra en la península del Sinaí.
Más
de mil años después, en 700 DC hubo una nueva migración, esta vez bajo las
banderas del Islam, la de Mahoma,
justificada por otro libro sagrado, el Corán.
La
lengua semita sobrevivió como factor determinante. La lengua hebrea, fenicia,
etiópica y arábiga son a la semita como las lenguas romances respecto del
latín.
Son
igualmente semitas, muchos judíos y musulmanes. Así como debemos distinguir
entre semitas y musulmanes, también debemos distinguir entre hebreos y judíos.
Semita es la realidad étnica y racial; judía o islámica, es la opción
religiosa. Los hebreos son la realidad
étnica mientras el judaísmo es la opción religiosa.
Llevado
al terreno político, el judaísmo se ha apropiado de lo semítico así como se ha
apoderado del holocausto.
Fueron
víctimas del holocausto nazi no solo judíos sino gitanos, comunistas,
anarquistas, homosexuales, discapacitados, personas con problemas de salud
mental, socialistas y disidentes. Ellos recibieron el doble castigo de ser
eliminados por sus victimarios y olvidados por quienes dicen ser las únicas
víctimas del holocausto.