domingo, 12 de diciembre de 2021

 

Carlos Marx

 En el cementerio de Highgate, en Londres, uno puede la pedir en la puerta, y le dan una carilla modestamente impresa en papel periódico, donde se muestra la ruta hacia la tumba de Marx. Se sube una pendiente entre viejos árboles y malezas y se llega, al cabo de un sendero zigzaguente, a la famosa cabeza túmulo en forma de trapecio con la que se ha rendido homenaje perenne al autor de El Capital. Fue construida por el Partido Comunista de Gran Bretaña en 1954 con un busto hecho por Laurence Bradshaw.  Antes solo era una tumba simple, una más. Allí enterraron a Marx el 14 de marzo de 1883, en una zona sin consagrar porque era ateo, en un funeral al que asistieron solo once personas, una de ellas su entrañable amigo Federico Engels.

Al lado del monumento, hay otra tumba. La de Herbert Spencer, el biólogo y sociólogo que aplicó los descubrimientos de Darwin a la sociología y formuló los fundamentos de lo que ahora se llama el “darwinismo social”. Mientras la tumba de Spencer luce abandonada, la de Marx es visitada por gente que llega de todo el mundo. Van desfilando uno a uno, chinos, indios, africanos, europeos, latinoamericanos. Unos levantan el puño y se toman fotos, otros dejan flores. Pero la lenta procesión, ese goteo humano que nadie sabe cuándo empezó, no cesa nunca. Es la vigencia de Marx en un mundo que no ha logrado todavía la libertad que él sostuvo que es posible y necesaria.

Se ha escrito tanto, tan bien y tan mal, sobre las ideas de Marx y sobre él mismo, que prefiero detenerme en su condición humana. Tenemos que descubrir al Marx de carne y hueso y abandonar al ídolo Marx de cartón y manuales.

Curiosamente, quienes lo seguimos hacemos con él lo que él criticaba: lo ponemos de cabeza, empezamos por sus teorías. Una visión materialista empezaría por sus condiciones de existencia, que fueron las que crearon su conciencia.

Están sus biógrafos, especialmente Franz Mehring, pero también Isaiah Berlin, Francis Wheen, David Barbero, Antonio Fernández Benayas y otros, para ilustrarnos. Está su correspondencia y la de su corta familia.

5 de mayo de 1818. Nace el niño Karl Marx. Jorge III gobernaba en Inglaterra, en Prusia Federico Guillermo III, el Archiduque José Antonio en Austria; y en Rusia Alejandro I. Habían formado la Cuádruple Alianza para impedir el resurgimiento del liberalismo en Europa. Era el neoliberalismo de entonces, la ola conservadora, absolutista, que respondía con sangre y represión a la también sangrienta revolución francesa.

Tréveris (Trier en francés), la ciudad donde nació Marx, es la más antigua de Alemania, que entonces formaba parte del Reino de Prusia. Está en el Palatinado, la región que fue devastada por las tropas de Luis XIV en el siglo XVII. Siempre fue una región en disputa. Recibía a la vez la influencia revolucionaria de Francia y las transformaciones industriales que Prusia empezaba a experimentar. Allí nació Marx y vivió sus primeros años.

Marx sufrió las consecuencias del antisemitismo porque era hijo de un abogado judío; del conservadurismo porque su padre era liberal; del fanatismo religioso, porque su padre tuvo que convertirse al protestantismo junto con toda la familia para poder trabajar. No había Inquisición en Prusia, pero sí racismo y prejuicios antisemitas. Marx era moreno en un mundo de blancos, le llamaban “el moro”, tenía cuerpo vigoroso de obrero, no de aristócrata. Y su familia era judía en un mundo de cristianos luteranos. Era ateo en un mundo de fanatismo religioso. Y defendía la práctica del socialismo francés en el ambiente de los filósofos jóvenes que solo pensaban en teorías y especulaciones.

Era un antisistema dentro de un sistema que estaba sólidamente instalado.

El mismo año en que se libraba la batalla de Ayacucho durante las guerras de la independencia, 1824, ese niño llamado Carlos Marx era bautizado en una iglesia luterana.

En 1814, Napoleón había sido derrotado después de su catastrófica aventura en Rusia. Había llevado, valiéndose de las armas, las ideas burguesas a toda Europa y al Medio Oriente, pero encontró sus límites. Preso en la isla de Elba primero y en Santa Elena después, estaba siendo envenenado lentamente hasta su muerte en 1821. Moriría tres años después del nacimiento de Marx, el año en que San Martín proclamó la independencia del Perú.

Las potencias vencedoras se reunieron en el Congreso de Viena para restablecer no solo las fronteras sino las ideologías absolutistas del Antiguo Régimen. Como nuestros reaccionarios de hoy, querían retroceder a las instituciones anteriores a la revolución francesa.

Pero, transitando de la razón al sentimiento y basándose en las creencias y experiencias populares, el romanticismo revolucionario erupcionó como un volcán intelectual y popular contra la restauración absolutista. Beethoven estrenaba la Novena Sinfonía en 1823, Paganini y Chopin daban sus conciertos en Varsovia en 1829. Víctor Hugo publicaba Nuestra señora de París en 1831, Delacroix pintaba La libertad guiando al pueblo en 1831. También fue la época de Proudhon, Flora Tristán y los socialistas franceses, la lucha para que haya parlamento en Alemania, contra los zares rusos en Polonia y contra el Vaticano para que Italia se unifique.

La burguesía y el pueblo de París --obreros, guardias nacionales, estudiantes y antiguos militares dirigidos por Thiers y Guizot que serían los masacradores de la Comuna de París--, se levantaron contra Carlos X Borbón y generaron la Revolución del 27 al 29 de julio de 1830. Luis Felipe de Orleans asumió el trono real y fue establecida la monarquía constitucional según el modelo inglés. La burguesía con títulos nobiliarios retomó el poder perdido por la revolución francesa y desplazó a la aristocracia. Pero ya no era suficiente y la lucha continuó. Ya no eran las masas desempleadas de París sino los proletarios quienes reclamaban no solo por parlamento sino por una sociedad más justa y los cartistas ingleses pedían que su fuerza de trabajo sea reconocida como fundamento de la ciudadanía.

No solo había una reacción contra el absolutismo sino también una discusión crítica sobre la revolución francesa que, en la búsqueda de la libertad, devino en el terror, la dictadura y un nuevo absolutismo imperial. Desde Prusia, los filósofos alemanes observaban y analizaban lo que pasaba en Francia. Kant había estudiado la razón pura y la razón práctica que venían desde Descartes y el empirismo inglés. Hegel estaba elaborando su gran construcción filosófica sobre la historia y las ideas. Como para Kant, el gran tema de Hegel fue la libertad.

En las Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, Hegel trató de explicar el sorprendente curso de la Revolución Francesa que buscando la libertad plena había terminado en tiranía y terror.

Las contradicciones que encontró en la historia llevaron a Hegel a usar el método dialéctico como sistema, alterando la lógica aristotélica. Su método permitía explicar las “astucias de la razón" y la "burla de la historia" que   conducen a los hombres mientras ellos creen conducirse a sí mismos y que producen resultados contrarios a los pretendidos por sus autores. Lógica dialéctica. Una cosa es ella misma y no es ella porque, en realidad, toda cosa cambia y se transforma en otra. Todos los acontecimientos son contradictorios en sí mismos.

Sabemos que como todos los jóvenes hegelianos, Marx analizó, usó y cambió el pensamiento de Hegel. No le interesaba solo analizar el mundo sino transformarlo.

Fue el tercero de los nueve hijos de Henrietta Pressburg y Heinrich Marx. Recibió clases de su progenitor hasta 1830, cuando entró en el gimnasio jesuita de Trier. Fue excusado del servicio militar cuando cumplió 18 y cursó estudios en las universidades de BonnBerlín y Jena.

A los 18 años se comprometió con Jenny von Westphalen, una baronesa hermana del ministro de Interior prusiano, a la que conocía desde la infancia. Ni él ni su padre tenían títulos nobiliarios. Fue un amor difícil, escondido, contra las reglas. Siete años después de su compromiso, el 19 de junio de 1843, casó con Jenny. Habían esperado a que mueran sus padres porque se oponían a la relación, a pesar de que el padre de Jenny apreciaba su talento.

Jenny acompañó a Marx toda su vida. Tuvo que romper con su mundo. Nacida en un medio aristocrático y gubernamental, prefirió el llano. Era una activa intelectual, una de las participantes en la Fiesta de Hambach, en sus años de adolescente, una manifestación popular por la unidad de Alemania. Era la primera en leer todo lo que su Karl escribía con letra indescifrable, pasaba sus textos en limpio, aconsejaba y participó en las discusiones con Ludwig Feuerbach, Proudhon y Bakunin. Sugirió enmiendas y títulos de artículos, mantuvo en orden la correspondencia. Escribió ensayos sobre Shakespeare (Ricardo III) y el teatro inglés que, desgraciadamente, no han sido traducidos al castellano[1].  Pagó un costo inmenso en sacrificio, pero lo hizo con gusto. No hay una sola queja en su correspondencia.

Al parecer, por lo que se puede leer en relatos, novelas históricas y correspondencia, era un medio intelectual, bohemio, informal, el que los rodeaba. Un medio pobre y sin recursos también. Marx y Jenny conocieron a Pierre-Joseph Proudhon, Louis Blanc, que sería el líder de la revolución francesa de 1848, a Mijaíl Bakunin y al poeta alemán Heinrich Heine que se convirtió en uno de los amigos más cercanos de la pareja.

Expulsado de Francia, de Bélgica y Prusia, perseguido y arrojado a la miseria, el matrimonio tuvo que trasladarse a Londres, donde vivieron en el Soho, el barrio de los ladrones, los mendigos y las trabajadoras sexuales. Al comienzo estuvieron en una vivienda provisional. A finales de 1850  Karl y Jenny hallaron una vivienda en dos habitaciones del piso alto del número 28 de Dean Street, donde ahora hay un bar con una placa que los recuerda. En el Perú gobernaba José Rufino Echenique, José de San Martín moría en Francia.

Voy poniendo fechas claves de nuestra historia para que nos demos cuenta hasta qué punto llegaba la desinformación en el Perú y qué lejos estábamos como país, histórica e intelectualmente de Marx como seguimos estando ahora. En los años cincuenta del XIX, el Perú todavía debatía entre liberales y conservadores, laicos y religiosos. La esclavitud había sido abolida en 1830 en Europa, todavía teníamos defensores de la esclavitud y tuvimos esclavos chinos después de los afrodescendientes.

Un homenaje ha sido largamente postergado a las mujeres que rodearon a Carlos Marx, protegiéndolo y cuidándolo mientras trabajaba obsesionado escribiendo El Capital.

En primer lugar Jenny, la esposa, que abandonó una vida cómoda de noble prusiana para seguirlo. Jenny no pudo mantener relaciones estables con su familia y eso explica el abandono en que vivió. No era un ama de casa común y corriente, también era gran lectora, intelectual y escritora.

Helene “Lenchen” Demuth, la empleada de ambos, fallecida en 1880, que tuvo un hijo con Marx. Aunque esto no está plenamente probado, algunos historiadores sostienen haber encontrado la correspondencia que demuestra que el niño Henry Frederick Demuth, Freddy, fue inscrito por Engels como hijo suyo para evitar el conflicto matrimonial de Karl y Jenny y el escándalo subsiguiente en los círculos socialistas. Engels entregó al niño a un hogar amigo de trabajadores apellidados Lewis. Los instintos humanos ganaron a la que habría sido una actitud socialista puritana. Las costumbres de la época y el temor a la sanción social y política también se impusieron en el hogar del creador del socialismo científico.

Jenny tuvo cuatro hijos con Karl. Francesca murió de frío. Tuvieron que pedir un préstamo para sepultarla.

Edgar murió de tuberculosis a los ocho años.

Jenny Laura, fue la hija mayor y primera propagandista, casada con Paul Lafargue, traductor de El Capital al francés, ambos perseguidos sin cesar por la policía en varios países, que una vez que fallecieron sus hijos y ya ancianos, decidieron suicidarse pasados los sesenta años.

Eleanor, educada por su padre y convertida en su secretaria, profesora en Brighton, también propagandista, organizadora de sindicatos, conferencista, fundadora de la Liga Socialista y escritora, crítica literaria, autora de El Infierno de la Fábrica, La Pregunta de la Mujer y Los Movimientos Obreros en Inglaterra, entre otros libros, traductora de Ibsen y Flaubert, se suicidó a los cuarenta años, víctima de Edward Aveling, un marido alcohólico y estafador que trataba de usar el nombre de su esposa como hija de Marx para ganar dinero.

Y Freddy, el hijo secreto, colocado por Engels en la casa de los Lewis,  no pasó por la escuela ni por la universidad. Obrero, proletario como aquellos miles de hombres sobre los que su padre escribía. El hijo de Karl y Lenchen vivió en el barrio de Hackney. Trabajó en varias fábricas del East End, era tornero, fue miembro Sindicato del Metal y fundador del Partido Laborista de Hackney. Murió el 28 de enero de 1929[2].

Cómo olvidar a Friedrich Engels, compañero y benefactor de Marx aun después que murió. Engels no solo era un intelectual brillante, sino también una persona extraordinariamente humana y generosa que nunca quiso que su nombre antecediera al de Marx. Burgués de nacimiento, socialista de convicción. Sin él no solo Marx no habría escrito El Capital, sino que nunca lo hubiéramos conocido porque fue Engels quien lo hizo publicar, así como otras obras de su amigo. Murió en 1895. Manuel González Prada ya escribía sobre socialismo en el Perú en ese año, pero solo sobre anarquismo y Piérola fundaba la república aristocrática.

Karl se refiere a Flora Tristán en La ideología alemana, su defensa de los socialistas franceses frente a los idealistas alemanes. Como se sabe, Flora Tristán fue probablemente hija de Bolívar.

La familia Marx tuvo que mantenerse sólo de los escasos ingresos obtenidos por Karl que escribía artículos para periódicos en su mayoría eventuales. Uno de esos textos es el que escribió sobre Simón Bolívar para la Enciclopedia Británica, en el que ataca ferozmente al libertador porque, a la distancia intercontinental, veía en él un proyecto napoleónico. Fue  cuando se dedicó a escribir El Capital, en las salas de lectura del Museo británico, un refugio ante los problemas que le acosaban. Pero también fue la época en que intensificó su correspondencia con los populistas rusos y los socialistas irlandeses, polacos, turcos. Empezó a pensar en que el camino comunitario hacia el socialismo podría ahorrarle a los seres humanos los padecimientos del capitalismo.

En 1867 se publica en Hannover el primer tomo de El Capital.

En 1881 muere Jenny con un cáncer al hígado.

El 14 de marzo de 1883 fallece Karl en Londres. El Perú, derrotado en la Guerra con Chile, acababa de firmar el tratado de Ancón renunciando a Tarapacá y Arica. Nadie se enteró en el Perú de la muerte de Marx.

En 1890 muere Lenchen.

En 1895 muere Engels.

En 1898 se suicida Eleanor.

En 1911 se suicidan Laura con Paul Lafargue.

En 1929 muere Freddy.

Karl murió solo, en su habitación del Soho, en 1883.

No transigió con el realismo político ni con el oportunismo.

No buscó honores ni premios.

Cuando escuchó que en Francia estaban organizando un partido marxista, replicó: “al menos, yo no soy un marxista”.

Cuando murió, era casi un desconocido por el gran público, pero no por los gobiernos ni por sus policías. “Su nombre y su trabajo se fortalecerán a través de las edades”, dijo Engels en su funeral. En efecto, ahora es muy difundido, famoso, vigente. La historia del siglo XX es la historia del legado de Marx, ha dicho Francis Wheen, y podemos decir: también lo que va del XXI. Y sin embargo es poco leído de verdad debido a lo complejo de algunos de sus textos o a la desidia de sus seguidores. Todavía es un personaje enigmático, nuevas investigaciones siguen iluminando su vida sacrificada, mientras millones de personas siguen discutiendo sus ideas y los viajeros continúan visitándolo en el cementerio de Highgate. Hasta que tengamos una sociedad de seres libres, como él quería.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

FERNÁNDEZ BENAYAS, Antonio. Réplica filial al patriarca del materialismo. Novela histórica.

MEHRING Franz. Karl Marx, The Story of his Life. New York: Rowtledge Library Editions, 2010.

BARBERO David. El amor de Carlos Marx. Teatro. Edición e book.

 



[1] BARBERO David. El amor de Carlos Marx.

[2] En 1962, el historiador alemán Werner Blumenberg encontró una carta del 2 de septiembre de 1898 escrita por Louise Freyberger, empleada de Engels y amiga de Helene Demuth, en la que cuenta la confesión que Engels hizo en su lecho de muerte: "Sé por el propio General [Engels] que Freddy Demuth es hijo de Marx ".

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