Discutamos sobre Venezuela y Cuba
César Hildebrandt ha exigido que Verónica Mendoza se pronuncie
contra Venezuela y Cuba en una entrevista con el programa de radio del IDL.
El IDL comparte esta posición, aunque no lo dice
explícitamente.
Se sostiene que, para que la izquierda electoral consolide
las posiciones ganadas en el último proceso, debe deslindar con los regímenes
“autoritarios” de Venezuela y Cuba.
Decirlo así implica aceptar que los regímenes de Estados
Unidos, Honduras, México y otras “democracias” latinoamericanas, no son
“autoritarios”.
¿Dirán lo mismo los negros y latinos de Estados Unidos, los
campesinos de Honduras, los maestros de México y otros ciudadanos de estas
democracias? Algunos de ellos probablemente sí. Están satisfechos. Creen que
viven en democracias porque no tienen conciencia social y política; o aceptan
el régimen establecido porque no se puede hacer otra cosa. Si no, uno puede ir
a la cárcel o ser asesinado. Tal como suena, así sucede en Honduras, México,
Paraguay. En Cuba no se tortura ni se mata a los opositores. En Venezuela son
los opositores los que matan a los chavistas.
No. El ataque frontal tiene que ser contra Cuba y Venezuela.
A Hildebrandt no le gustan los Castro ni los Maduro. No le gustan los Castro
porque se mantienen en el poder desde hace cincuenta años, ni Maduro porque
apoya a los Castro y contra él, como antes contra Chávez, se ha proyectado una
imagen de abuso y demagogia.
¿Todo se solucionaría con elecciones bajo el modelo
norteamericano en Cuba y con la revocatoria de Maduro en Venezuela? Entonces,
cuando eso suceda, si sucede, en Cuba y Venezuela habría un régimen
“democrático”, como las demás “democracias” de la región. Todos contentos. ¿Son
las elecciones al estilo anglosajón las únicas posibles? ¿No se puede elegir a
los gobernantes de otro modo? Miren lo que pasó en el Perú. Terminamos
eligiendo entre millonarios elegantes y mafiosos; y hemos votado (los que hemos
votado) por uno de ellos. ¿Es eso democrático? Y lo aceptamos y aun nos
alegramos. Es un hecho consumado. Una estafa planificada y consumada la del
sistema electoral peruano. Pero no nos atrevemos a decirlo porque es
políticamente incorrecto.
Cierta izquierda o algún sector democrático se sienten
incómodos ante la presencia de Fidel y Raúl Castro en el poder cubano. Pero esa
presencia es solo parte y consecuencia de un fenómeno político y militar
característico de los tiempos que corren. Discutamos entonces ese fenómeno
político y militar.
Si hay que pronunciarse contra los Castro, también habría
que hacerlo contra el bloqueo norteamericano, mantenido por cincuenta años contra
Cuba desobedeciendo todas las advertencias y condenas de las Naciones Unidas. Claro,
se dice que el bloqueo es un pretexto para mantener una dictadura. Bueno, puede
ser, entonces pronunciémonos claramente contra el bloqueo y ya no será el
pretexto para esa dictadura. Una política de libre comercio, sin malas
intenciones, sin agenda por lo bajo, con Cuba, cambiaría radicalmente la
situación sin duda. Pero eso desgraciadamente no es posible aun con las
conversaciones cubano norteamericanas de estos meses. Lo sabemos pero no lo
decimos.
En Cuba no hay elecciones a la peruana ni a la
norteamericana. Allí no eligen los millonarios, allí no se compra a los
políticos. No es el paraíso de los outsiders, no es la política del escándalo
que se hace en la televisión pagada por los comerciantes. Allí para dirigir el
país tienes que pasar por el poder popular, por los centros de trabajo y hacer
carrera en el partido gobernante. Con sus defectos y errores, con sus silencios
sobre lo que no conviene decir, ese es, en realidad, el partido de toda la
nación. La permanencia de los Castro en el poder es parte de la estabilidad del
régimen, se trata de una monarquía laica, característica de los pueblos que
necesitan de un conjunto de símbolos perdurables que den estabilidad a sus
procesos. Pero coexiste y se somete al poder popular organizado. ¿Son siempre
malas las monarquías? Si las monarquías son malas ¿por qué es buena y
democrática Europa que está poblada de monarquías? ¿El voto del pueblo,
veleidoso y casi nunca informado, debe ser siempre determinante para la suerte
de los países? Si es así, entonces aceptemos a Keiko.
El pueblo es base de la
democracia, pero tampoco es un Dios al que tengamos que rendir pleitesía. Casi
siempre se equivoca y elige lo peor, desde el punto de vista de las elites a
las que pertenecemos. Porque tiene el hambre que nosotros no tenemos, la inseguridad
que nosotros no padecemos, los instintos primitivos de los que huimos,
sentimientos y resentimientos distintos de los nuestros. Porque es educado por
la educación del Banco Mundial y el ministro Saavedra (dicen que el mejor de
los ministros). Eso juega igual con Keiko que con Chávez, con Hitler que con el
Brexit en la Inglaterra de hoy. No es un santo, no es mejor ni peor. Y
solamente a ese pueblo no podemos entregar la suerte de él mismo. Así como la
guerra es un asunto demasiado serio para entregarlo a los militares, la
democracia es demasiado importante para entregársela solo al pueblo.
¿Y por qué no discutir sobre Venezuela? ¡Discutamos sobre
Venezuela! Un sector de venezolanos, coalición de ricos y de plebe, impulsados
unos por la ambición ya conocida y otros por el desabastecimiento y la
inseguridad, quiere derribar un gobierno antes de que termine su período
presidencial. Los ricos del mundo le juraron la guerra a Chávez antes de que
hiciera algo y le hacen la guerra a Maduro porque es heredero de Chávez. Venezuela,
lo que se llama Venezuela, es decir el país en sí mismo, no les interesa.
Cuando Hildebrandt y otros critican al gobierno venezolano
ignoran u ocultan todas las circunstancias que padece el hermano país: prolongado
fenómeno de El Niño, sequía que afecta el abastecimiento eléctrico, violenta
caída de los precios del petróleo en una economía monoproductora construida
sobre la base de un barril a 100 dólares que ahora está a 30, políticos
ambiciosos y corruptos que practican una oposición violenta. Todos los males
juntos. Algunos males como la dependencia del petróleo y la corrupción, fueron
instalados precisamente por los políticos que quieren revocar a Maduro. Si
ellos tomaran el poder, llevarían a cabo un shock como el de 1990 en el Perú,
como el Caracazo de Carlos Andrés, y venderían PDVSA y toda Venezuela a los
Estados Unidos. Esa película ya la vimos en el Perú. ¿La queremos para
Venezuela?
Es importante discutir sobre Cuba y Venezuela. Pero discutir
de verdad. Hablemos de las cuestiones de fondo. Es importante porque son
experimentos sociales que nos ilustran sobre lo que se debe hacer y lo que no
se debe hacer en América Latina o en cualquier lugar del mundo donde se quiera
cambiar las cosas. Mientras tanto, los que no dependemos de los votos ni del
dinero, ni le tenemos miedo al chantaje de la prensa concentrada, no tenemos
temor en seguir defendiendo los experimentos de Venezuela y Cuba. Al menos,
allí hay esperanza. Aquí en el Perú, se trata de una lenta muerte anunciada de
la patria y del honor.