VENEZUELA,
CHÁVEZ
Ponencia
presentada en el Conversatorio que
recordó los
tres años de la muerte de Hugo Chávez
Héctor Béjar
Tuve
las primeras referencias sobre Hugo Chávez en 1989, por mi amigo Andrés Soliz
Rada, quien era en ese entonces Director de la Agencia France Presse en La Paz
Bolivia y asesor del comunicador y líder popular Carlos Palenque, conocido como
el Compadre, fundador del partido Conciencia
de Patria. A la cabeza de miles de hombres y mujeres aimaras, Palenque rompía el dominio político del MNR de Víctor
Paz y Juan Lechín y estremecía la política boliviana. Fue el antecedente del
fenómeno Evo Morales.
Soliz
Rada, quien sería años después el primer ministro de energía de Evo, me mostró
una entrevista hecha a un Teniente Coronel venezolano llamado Hugo Chávez Frías
en una revista argentina después del Caracazo
de 1989, en que éste argumentaba una posición radicalmente diferente al
neoliberalismo en auge en esos años. Las declaraciones eran notables por su novedad
y valentía: nadie se atrevía a cuestionar en aquellos días de Fukuyama, los
dogmas neoliberales que Pinochet, Thatcher, Reagan, paradigmas de las derechas
latinoamericanas mostraban, cual modelos exitosos que el mundo debía seguir.
Estaba por iniciarse la época del consenso de Washington.
Después
pude ver a Chávez en México en 1991 durante su destierro. Nos alojábamos en el
mismo lugar y lamento no haberlo abordado para conversar sobre su país y
América Latina, porque estuvimos a pocos metros de distancia en el lobby de
aquel hotel. Un ingeniero desconocido para la política peruana, Alberto
Fujimori, acababa de derrotar a la estrella mundial Mario Vargas Llosa y había
desencadenado un shock tan despiadado como el que Carlos Andrés Pérez lanzó
sobre el pueblo venezolano. Debilitado por el terrorismo de Sendero Luminoso,
el pueblo peruano no había reaccionado como el de Caracas. No tuvimos caracazo
sino inanición, impotencia, angustia.
Ocho
años después, en diciembre de 1999, cuando se aprobó la nueva Constitución
venezolana, Carlos Franco, mis compañeros y yo, fuimos en el Perú los primeros
en publicar un suplemento especial dedicado a Venezuela en el número 86 de
nuestra revista Socialismo y
Participación. Incluimos artículos de Gabriel García Márquez, Tomás Eloy
Martínez, el tucumano autor de La novela
de Perón y Santa Evita; un texto
de Ignacio Ramonet y un violento ataque de Mario Vargas Llosa.
García
Márquez decía en el artículo El enigma de
los dos Chávez: …el Presidente se despidió con su abrazo Caribe y una
invitación implícita. Mientras se alejaba entre sus escoltas de militares
condecorados y amigos de la primera hora me estremeció la inspiración de que
había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la
suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un
ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más.
Todos
dudaban, tenían desconfianza. Incluso Gabo.
UNA PARTE
DE LA IZQUIERDA NO QUERÍA A CHÁVEZ
Acosada
por el neoliberalismo, marcada por las dictaduras sangrientas de Pinochet,
Garrastazú y Videla, la izquierda latinoamericana no quería a Chávez. Estuve
presente cuando el Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre en 2001, promovido
por organizaciones brasileñas próximas al PT de Lula, entonces candidato a la Presidencia por
tercera vez, le negó la entrada; y él tuvo que hablar en una inmensa
manifestación realizada en otro coliseo, lejos de donde se reunían las
luminarias que empezaban a oponerse a la globalización capitalista. Como creían
en el paradigma de la democracia parlamentaria europea, especialmente la
española del Pacto de la Moncloa y el PSOE, no querían a Chávez; veían en él a
un caudillo y un militar, un proyecto de autócrata. El modelo era todavía Felipe
González, un atildado político europeo, no un militar mulato como Chávez, que
hablaba fuerte y con acento caribeño, y decía las verdades, no eufemismos.
Sonaba mal, estaba fuera del contexto deseado. El denominado populismo latinoamericano
era condenado por los latinoamericanos.
No
era un problema nuevo. Tampoco Perón, Torres, Torrijos y Velasco fueron
queridos por esa izquierda. El teórico argentino Ernesto Laclau, cuyos amigos
murieron en las guerrillas de Salta, ha escrito sobre esa posición su bello y
profundo libro La razón populista, en
que explica finalmente cómo, detrás de la palabra populismo, se esconde un
desprecio aristocrático por las heterogéneas y morenas masas latinoamericanas.
A
iniciativa de Linda Lema formamos junto con el general Rodolfo Robles Espinoza,
el que denunció arriesgando la vida la existencia del criminal Grupo Colina, el
historiador Juan José Vega y el pintor Ángel Chávez, el primer grupo peruano de
apoyo a la revolución bolivariana; y como miembros de ese grupo asistimos al
Congreso Anfictiónico llevado a cabo en la Universidad de Panamá. Llegó un
avión lleno de entusiastas venezolanos y con ellos tuvimos varios días de
discusión.
CHÁVEZ FUE
UNA EXCEPCIÓN
Una
de las características del mundo contemporáneo es que han desaparecido las
figuras carismáticas, singulares. Dirigentes opacos, mediocres, se han hecho
cargo de gran parte del mundo, aceptan y promueven guerras criminales, matan y
hacen matar a miles de personas en medio de la indiferencia del planeta. Son
las gentes que los propietarios del sistema capitalista mundial necesitan para
que administren sus intereses. Esos gobernantes son dóciles con los grandes y
duros con los débiles. Hugo Chávez fue la excepción, es el héroe
latinoamericano de estos días y como tal, pasará a la historia.
Chávez
logró la hazaña de obtener el respaldo de la mayoría del pueblo venezolano a
una posición y actitud revolucionaria, ganó especialmente a los pobres, que
vivían trepados a los cerros de Caracas en una miseria indescriptible en uno de
los países más ricos del mundo por su petróleo, la Venezuela saudita, la del
Punto Fijo. Puso encima de la mesa los verdaderos problemas de América Latina.
Sobrepasó largamente por su franqueza y
audacia la posición correcta de entonces: la línea reformista de la democracia cuyo
modelo era la Concertación chilena. Sin generar competencias o rivalidades en
el campo democrático, se planteó objetivos más audaces, latinoamericanos y
universales, más ambiciosos que el indigenismo de Evo o la revolución ciudadana
de Correa.
Lo
que distinguió históricamente a Chávez fue su capacidad de liderazgo en América
Latina, la estrategia de unidad continental independiente del poder
imperialista, que él planteó. Mencionó repetidas veces la palabra imperio que nadie se atrevía a
pronunciar en los medios oficiales. Volvió a hablar fuerte y promover
revolución.
Para
América Latina, su desaparición significó la partida del líder, el hombre capaz
de guiar a nuestros países a una coordinación práctica, con sentido. Con su muerte prematura ha desaparecido,
esperamos que solo temporalmente, ese liderazgo que nuestra región necesita.
LOGROS DE
LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
En
Venezuela, Chávez:
Ganó
13 consultas comiciales presidenciales, regionales y municipales.
Triunfó
en seis referendos.
Organizó
un sistema electoral automatizado, uno de los más avanzados del mundo.
Logró
incorporar un voto voluntario de 19 millones de electores con 80.99% de
participación en 2013.
Organizó
40,000 consejos comunales, 1401 comunas, 1294 salas de batalla, 28791
movimientos sociales, 71521 organizaciones populares.
Convirtió
a Venezuela en Territorio libre de analfabetismo según la Unesco. Logró reducir
a 2.5% la desnutrición en menores de 5 años.
Mantuvo
la educación y la salud gratuita como objetivos y realidades principales de su
gobierno.
Organizó
886 infocentros para información tecnológica. 3 millones de computadoras en
manos de niños escolares. Todo para que la tecnología informática sea
transferida al pueblo.
Benefició
a 2 500 000 pensionados.
Convirtió
a Venezuela en país líder en CELAC, UNASUR, ALBA, PETROSUR, PETROCARIBE y Banco
del Sur[1].
Logró
construir un millón de viviendas para el pueblo. En diciembre de 2015 la
revolución bolivariana entregó en la Parroquia Caña de Azúcar del estado de
Aragua la vivienda número un millón construida por la Gran Misión Vivienda.
Pero
sobre todo: recuperó PDVSA, una de las petroleras más grandes del mundo; y la
mantuvo en y para Venezuela. Eso es lo que no le perdonan.
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UNA
PERSONA, UNA VIDA
Chávez
nació
en Sabaneta, Barinas, un pueblo
del llano el 28 de julio de 1954;
murió en Caracas el 5 de marzo de 2013.
Fue jugador de béisbol, monaguillo,
aficionado a la pintura, la música, buen cantante, recordamos sus canciones
ante las multitudes, gran lector, conocedor de la literatura y el teatro. Gran
orador. Tiene, decía García Márquez en el
artículo citado, un gran sentido del manejo del tiempo y una memoria con algo
de sobrenatural que le permite recitar de memoria poemas de Neruda o Whitman y
páginas enteras de Rómulo Gallegos.
Ingresó al Ejército
Nacional de Venezuela en 1971, en
pleno proceso revolucionario peruano, cuando el Perú estaba bajo el gobierno de
Juan Velasco Alvarado, militar al que siempre admiró. Frecuentemente llevaba en
uno de los bolsillos de su casaca el
pequeño libro azul con las Bases ideológicas
de la revolución peruana.
Fue un hombre culto. Profesor de estudios superiores. Hizo una maestría en Ciencias
Políticas en la Universidad
Simón Bolívar en 1989 y 1990.
No fue un aventurero de la política ni un outsider electorero. Casi
veinte años antes de llegar al poder, a los veintitrés años, fundó, con otros cinco
colegas militares, el Movimiento
Bolivariano Revolucionario 200, MBR-200, en conmemoración de los doscientos
años del nacimiento de Bolívar en 1783. Con los capitanes Felipe Acosta y Jesús
Urdaneta repitieron, actualizándolo, el juramento de Bolívar en el Monte
Aventino: hasta que rompamos las cadenas
que nos oprimen y oprimen al pueblo por voluntad de los poderosos.
Después del Caracazo en 1989, intentó, junto con otros militares del MBR-200,
un golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez. Fracasó.
Estuvo encarcelado durante dos años y fue indultado por el
presidente Rafael Caldera.
Fue candidato a la Presidencia de la República en 1998 con
el apoyo del Movimiento V
República (MVR) y se convirtió en
presidente en 1999.
Fue Presidente de
la República Bolivariana de
Venezuela desde el 2 de febrero de 1999 hasta su muerte en 2013. Durante esos
catorce años logró que cambie la conciencia del mundo político y de gran parte
del pueblo latinoamericano cuando planteó el objetivo de lograr el Socialismo del siglo XXI.
En el gobierno, Chávez no dejó de luchar, desde el primer
momento hasta el último día de su vida. Lo hizo siempre movilizando al pueblo.
En el comienzo, convocó a redactar una nueva Constitución que
fue aprobada en 1999 por un Referéndum
con más del 80% de votación.
Una nueva campaña popular culminó en un segundo referéndum constitucional que ratificó la nueva Constitución con el 71,78% de los
votos.
Se casó dos veces. La primera con
Nancy Colmenares, con la que tuvo tres hijos: Rosa Virginia, María Gabriela y
Hugo Rafael. Después casó con
la periodista Marisabel Rodríguez, madre de su
última hija, Rosinés. Se separó de ella desde
2003.
Rompiendo los prejuicios instalados por la guerra fría, en
septiembre 2001 convocó en Caracas la Segunda Cumbre de la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP). A finales de octubre
recibió en la capital a Fidel Castro. A principios del 2001 realizó una gira
por el Asia, buscando relaciones con los países emergentes.
Logró hacer aprobar mediante un Decreto Habilitante del Congreso,
la Ley de Tierras, (Reforma
agraria), una nueva Ley de Hidrocarburos y la Ley de Pesca entre otras 49 leyes.
La Fedecámaras y la Confederación de Trabajadores de
Venezuela (CTV), se opusieron. La
oligarquía venezolana, los adecos y copeyanos, se movilizaron contra él.
Cuando declaró que en Afganistán "No se puede combatir el
terror con más terror" Estados Unidos llamó a su embajadora en Caracas y
se convirtió en su enemigo. Para los Vargas Llosa, Toledo, García, de la Rúa;
para los Felipe González y Castañeda, Chávez se convirtió en el mismo demonio.
Fue el diablo latinoamericano de esta época. Chávez no excluye al diablo de su agenda revolucionaria, decía
Tomás Eloy Martínez.
Una campaña multimillonaria y despiadada fue
desencadenada contra él.
EL GOLPE DE 2002
En enero de 2002 renunció Luis Miquilena, su ministro
del Interior y antiguo líder de la marxista URD Unión Republicana Democrática. El
5 de marzo, Fedecámaras, la CTV, la Universidad Católica Andrés Bello y la
cúpula de la Iglesia Católica, firmaron un pacto contra Chávez.
El 11 de abril, el general
Efraín Vásquez, comandante del ejército venezolano, apareció en la televisión
rodeado por altos mandos y anunció que a partir de esos momentos desconocía a
Chávez como presidente. Este grupo de militares puso como fugaz
presidente al industrial petroquímico venezolano Pedro
Carmona, Presidente de Fedecámaras, la CONFIEP venezolana.
Carmona derogó las 41 leyes dadas por el gobierno de Chávez,
destituyó todos los poderes del Estado, cerró el canal estatal de televisión y
rompió la cooperación con Cuba.
La República de
Lima tituló su revista dominical del 14 de abril del 2002 llamando a leer un
artículo firmado por Oscar Miranda: Autócrata
venezolano cavó su propia tumba. Los demócratas venezolanos resolvieron la
crisis en las calles…el régimen despótico disfrazado de democracia reveló su
verdadera sustancia: la de una dictadura asesina y criminal…Y una leyenda
debajo de la foto en colores: Pedro
Carmona, el hombre en cuyas manos está el futuro del país.
El diario cayó en el ridículo. Cuando el suplemento salió aquel
domingo al público, Chávez ya había sido restituido en el poder por el pueblo.
No pudieron evitar la circulación de sus mentiras.
Chávez fue restituido en el poder por una masiva movilización
popular.
Entonces se produjo el paro petrolero y la oposición se
atrincheró en la Plaza Altamira de Caracas entre diciembre de 2002 y febrero de
2003.
Toda la vida de Hugo Chávez fue de lucha. Toda la vida de la
revolución bolivariana que él empezó y que ahora continúa es de combate. No es
de conciliación ni de traición. En medio de un continente de medias tintas,
ellos optaron enfrentarse a los poderes que dominan nuestras naciones y llamar
a las cosas por su nombre. Esa actitud dividió a Venezuela en dos polos: el
revolucionario y el contrarrevolucionario.
La última elección realizada con Chávez en vida se realizó el
domingo 16 de diciembre de 2012, cuando eligieron a los gobernadores de cada
entidad federal y a los legisladores a los Parlamentos de éstas, optando para
el período 2012-2016. Los resultados oficiales dieron una victoria del PSUV en
20 de
23 gobernaciones de estados y mayoría parlamentaria en 22 de 23 consejos
legislativos estadales. La oposición obtuvo tres gobernaciones y un consejo legislativo
(Amazonas). Henrique Capriles, el líder de la oposición, mantuvo
la gobernación de Miranda. Estas fueron las primeras elecciones regionales
venezolanas en las que el presidente Chávez no pudo hacer campaña por sus
candidatos desde 1998. Había sido atacado por el cáncer.
Debido a su delicado estado de salud, Hugo Chávez delegó la
mayoría de sus responsabilidades en su vicepresidente Nicolás Maduro, hoy
Presidente de Venezuela Bolivariana.
En marzo de 2013, tuvo que regresar a la lid y hacer campaña
padeciendo un agresivo cáncer cuyo verdadero origen algún día se conocerá. Fue
un héroe y un mártir durante sus últimos meses.
La
Revolución Bolivariana vive hoy momentos dramáticos. Contra Venezuela y contra
el recuerdo de Chávez continúa y se agudiza la guerra económica, política y
mediática que los poderes establecidos le declararon desde el comienzo.
Yo
tengo una posición crítica respecto de lo hecho y dejado de hacer por los gobiernos
progresistas de América Latina porque creo que debemos estar atentos a sus
errores y limitaciones.
Está
a la vista que esos gobiernos se salieron del libreto marcado por el imperio, aprovecharon
una coyuntura favorable para orientar la economía de sus países en un sentido
popular.
No
quisieron o no pudieron ir más allá. Venezuela fue la excepción y está pagando
el precio. Brasil y Argentina distribuyeron ingresos en una etapa propicia,
favorecidos por los altos precios de las materias primas. Pero aplicaron
políticas económicas keynesianas e inflacionarias que, desde mi punto de vista,
deben ser revisadas, no para sustituirlas por medidas monetaristas y
friedmanianas, sino desde la perspectiva del cambio revolucionario. El gran
John Maynard Keynes cuestionó la economía capitalista clásica y neoclásica:
pero lo hizo en países capitalistas como Inglaterra y Estados Unidos para
resucitar el capitalismo enfermo de recesión, no para construir socialismo.
LÍMITES Y
AMENAZAS PARA LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS
Los
gobiernos progresistas están amenazados por el poder militar, económico y
mediático de los dueños del mundo, limitados por economías débiles y
colonizadas y por pueblos alienados y faltos de conciencia. Por eso no llegaron
a tocar la base de la injusticia social y del poder de las oligarquías en
América Latina: las inmensas fazendas del Brasil, el poder de la oligarquía
soyera en Argentina y Uruguay, el ejército pinochetista en Chile, el poder
terrateniente en Ecuador, estructuras de la propiedad de la tierra y de los
recursos naturales que son la base del poder imperial. Solo Chávez y Venezuela
se animaron a pasar el límite cuando recuperaron PDVSA y convocaron al poder
popular con una agenda abiertamente socialista. Pero la base petrolera es efímera,
variable y endeble en términos históricos. Y es difícil pensar que la
introducción abusiva y criminal del petróleo de esquisto no hayan sido
instrumentos de la manipulación imperial contra la Rusia de Putin y la
Venezuela de Maduro.
Es
difícil decir todo esto desde un país como el Perú, en que los izquierdistas no
hemos sido capaces de superar nuestros propios defectos; y con ese egoísmo
tribal que nos caracteriza, hemos
permitido y seguimos permitiendo que nuestros gobiernos estén entre los más
cavernarios de América Latina. La esclavista clase alta peruana odió y odia a
Chávez tal como odió y odia a Bolívar.
Pero
cuando hablamos de nuestra solidaridad con el proceso venezolano en las buenas
y en las malas, no podemos dejar de recordar la advertencia de César Vallejo: cuídate del leal ciento por ciento. Cuídate
España de tu propia España. Nuestra solidaridad con Venezuela no es, no
debe ser ciega. Somos solidarios, no hinchas. Debemos ser conscientes, no
integrantes de barras bravas.
Podríamos
decir entonces Cuídate América Latina de
tu propia América Latina. Cuídate
Venezuela de tu propia Venezuela. Cuídate izquierda de tu propia izquierda.
Pero
esa posición crítica, que debe hacer el balance de las políticas públicas que
las izquierdas latinoamericanas y los denominados populismos han hecho desde
los gobiernos de Perón, Allende, Siles, Goulart y el primer García, con similares consecuencias de inflación y
desabastecimiento para nuestros pueblos, esa posición crítica, no debe
significar indiferencia. Mantenemos una total solidaridad con la Venezuela de
hoy y con su pueblo.
Acabemos
con ello. No es el tema de esta noche.
Es
la hora de recordar a Hugo Chávez. Rememorar su heroísmo civil (siendo militar)
y su martirio. Es la hora del apoyo a las luchas diarias que los compañeros
venezolanos libran en defensa de su revolución, que vemos como la nuestra. Estamos
y estaremos con ustedes. Y decimos con ustedes: ¡hasta la victoria siempre,
Comandante!