¿Y después del 2015, qué?
Héctor
Béjar
No conforme con las
muertes francesas en Mali y el secuestro de franceses en Camerún, Francois
Hollande anuncia una intervención directa de Francia en Siria. Como los
mercenarios no pueden con Assad, ahora podrían entrar tropas regulares
francesas e inglesas. Aliados con los extremistas musulmanes, acusan de
criminal al gobierno de Assad pero la verdad es que ambos bandos rivalizan en
ferocidad. Mientras los gobiernos invierten cientos de millones de dólares en
una intervención ilegal y una defensa que no reconoce límites en los derechos
humanos, los promotores de la invasión dan mendrugos para que las Naciones Unidas
atiendan a los refugiados que ellos mismos lanzan a Jordania.
En escenario paralelo,
los tecnócratas hablan de superar la pobreza que sus políticas mantienen y
crean. El ciclo de lucha contra la pobreza en el marco de las Naciones Unidas
se acerca a su fin con resultados modestos o inexistentes. Empezó en 1995, cinco
años después de 1990, el año cumbre del Consenso de Washington, cuando los
gobiernos decidieron disminuir la pobreza a la mitad el año 2000; y culminará en 2015. ¿Y después qué? Mientras
hacen correr la sangre en regiones del mundo, han abierto una consulta mundial y
pretenden que la sociedad civil diga algo cuando ya ellos decidieron seguir en
lo mismo.
Están muy preocupados en medir la pobreza. Pero no miden la
riqueza. Favorecidas por la especulación, el tráfico y el dinero entregado por
los gobiernos a los bancos, las fortunas llegan a millones de millones. Según
Vincent Navarro, el Banco Central Europeo ha dado desde el 2011 más de un
millón de millones de euros a la banca privada a 1% de interés para que ésta
preste a los estados al 6%. El Quarterly
Review del Banco Internacional de Pagos asegura que 87 bancos mundiales
recibieron 350,000 millones de dólares entre 2008 y 2010 para que paguen sus
deudas.
Afganistán, Irak y Libia
han sido destruidos. Estados Unidos mantiene un gulag internacional de torturas.
La abolición de los derechos laborales para millones de trabajadores se
extiende. Los monopolios explotan sin límite los recursos naturales y humanos
del planeta mientras sus capitales circulan por cientos de paraísos fiscales. En
Lisboa, Atenas, París, Madrid, Barcelona, los indignados llenan las calles.
Gritan sin ser escuchados. Esas voces no llegan a los palacios ni gabinetes de
las Naciones Unidas.
Una nueva conciencia
crítica ha surgido A Noam Chomsky, Naomí Klein, Viviane Forrester, Daniel
Estulin, Eduardo Galeano, Samir Amin, Joseph Stiglitz, se suman ahora el
canadiense John Ralston Saul (El colapso
de la civilización y la reinvención del mundo, RBA Libros, 2012) y el
catalán Vincent Navarro (Los amos del
mundo, las armas del terrorismo financiero, ESPASA 2012). Pero claman en el desierto. No están en el Panel
de Alto Nivel que discute a puertas cerradas qué hacer más allá del 2015.
En junio 2012 el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de
las Naciones Unidas publicó el documento The
United Nations Development Strategy Beyond 2014.
Se plantea escapar al reduccionismo economicista en que han
caído las tecnocracias y los gobiernos. Ellos padecen el síndrome estadístico
y, como señala el documento, viven en un gran vacío teórico: muchas cifras y
pocas ideas. Y todavía menos voluntad política.
En los años que vienen, según el documento, el mundo deberá
enfrentar los siguientes desafíos.
Declinación de la fertilidad e incremento de la longevidad. Vidas
más largas, más viejos con pensiones míseras o en el abandono.
Inmensa desigualdad. Más riqueza concentrada e insolente.
Menos nieves, menos agua, menos aire limpio.
Las manifestaciones populares continuarán demandando justicia. ¿Alguien
escuchará?
Hace muchos años, Amartya Sen dijo: si el gobierno de un país pobre anhela mejorar las condiciones de vida,
será muy necio si pretende lograrlo mediante la elevación del PBI en vez de
perseguirlo directamente por medio de la política pública y el cambio social.
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